Analiza las tuyos. Tal vez tus razones no son tan poderosas como creías.
No necesito aprender
Es normal opinar así. Al fin y al cabo, cada día resuelves los problemas cotidianos que se presentan ¿no es cierto?
La mayoría de nosotros no es consciente de que haciendo las cosas de otra manera ganaría tiempo y eficacia. Ni tampoco de las habilidades de las que carecemos y que podrían hacernos la vida más fácil.
Por ejemplo:
¿Sabías que el 85% de la población toma automáticamente una explicación clara por cierta? Ahora, ¿crees que no hay nada que puedas aprender para exponer mejor tus argumentos a otros?
¿Eres consciente de que saber primeros auxilios puede ayudarte a salvar a un ser querido en caso de emergencia, si la ambulancia no puede llegar a tiempo?
Una actitud positiva y abierta te permitirá averiguar qué es lo que desconoces. Ése es el primer paso para aprender.
Me cuesta reconocer mi ignorancia
Muchas personas temen decir yo no sé usar el correo electrónico o no sé cómo hablar con mis hijos, por lo que los demás puedan opinar.
A nadie le gusta reconocer su desconocimiento, pero pensar así constituye un gran obstáculo para aprender.
Recuerda que es imposible saberlo todo. Aceptarlo te abrirá las puertas a nuevos aprendizajes, de una forma más relajada.
El esfuerzo no merece la pena
A menudo, aprender da pereza. Supone esfuerzo y tiempo de dedicación. Por eso, es lógico preguntarse si obtendremos a cambio una utilidad práctica e inmediata. La respuesta es sí.
Según estudios recientes, la mayor parte de los empresarios consideran que el mayor activo de su empresa es la capacidad de aprendizaje de sus empleados. Si desarrollas esta habilidad, tendrás un mejor futuro laboral.
La capacidad de aprender es vital también al relacionarnos con nuestros familiares y amigos, con nuestra salud, al disfrutar de nuestras aficiones... En definitiva, afecta a todas las áreas de nuestra vida, y dominarla puede mejorar nuestra experiencia vital en conjunto.
A mi manera me apaño mejor
Siempre has utilizado los mismos métodos ¿por qué no van a seguir funcionando?
Es inteligente no cambiar una estrategia que funciona, pero recuerda que muchas veces lo que antes era válido puede quedarse obsoleto.
Date la oportunidad de adquirir una nueva visión de las cosas cada día, de ver el mundo desde otra óptica, de desaprender lo aprendido y asimilar lo novedoso.
Ejemplo:
Algunas de las innovaciones en seguridad de los automóviles nos exigen cambiar nuestra forma de conducción. Por ejemplo, el ABS no mejorará nuestra seguridad si, en caso de emergencia, frenamos progresivamente como solíamos hacer antes para evitar el bloqueo de las ruedas. El ABS permite una frenada mucho más eficaz, siempre que pisemos a fondo el pedal. Es cuestión de adaptarse.
Ya no tengo edad
Puede que pienses que la juventud es el momento de aprender y tú ya la dejaste atrás. No te confundas: mientras tengas vivo el deseo de aprender, siempre es buen momento .
Es más, con la edad nos hacemos más conscientes de lo que necesitamos aprender. Tu experiencia vital y laboral te ayudará a escoger cuándo y dónde aprender y sabrás como aplicar tus conocimientos. Aprovecha la ocasión.
¿Ya has entrado en la tercera edad? Perfecto. Seguramente dispones de tiempo para aprender lo que tuviste que aparcar durante tu época activa. Por si fuera poco, mantenerse activo intelectualmente es la mejor prevención contra la demencia senil. Mantén en forma tus neuronas.
No tengo tiempo
Eres una persona ocupada. El día no te da para ir varias horas a clase. No obstante, ten en cuenta que:
Aprender no requiere necesariamente ir a la facultad o al instituto de idiomas. Se puede aprender fuera de las aulas.
En la vida cotidiana hay muchas oportunidades de aprender sobre la marcha. No siempre es necesario reservarse un tiempo específico para ello.
¿Te cuesta hablar en público? ¿No entiendes la nueva normativa de tráfico? ¿Te cuesta llevar la contabilidad de casa? Es probable que cuando te enfrentas a estos retos utilices tus métodos de siempre de forma inconsciente.