María tiene un hijo de 16 años, Aitor. Cada vez que intenta tener una conversación con él, terminan enfadándose. Cansada de discutir, pensó en buscar una manera de mejorar su comunicación con él.
Lo primero que hizo fue recordar con detalle su última conversación problemática y la escribió en un papel. Después, apuntó lo que ella realmente quiso decir con cada una de sus frases, y lo que intuía que su hijo le quería decir con sus respuestas.
Éste fue el resultado de la reflexión de María:
YO: Aitor, ¿qué tal has preparado el examen de "mates" de mañana?
Ya está otra vez viendo la tele y mañana tiene recuperación del examen de matemáticas. Seguro que no ha estudiado nada. Le voy a preguntar...
AITOR: Bien, está controlado
Ya estamos con lo de siempre. Seguro que piensa que no he dado palo al agua en todo el día y me acabo de sentar a ver la tele.
YO: ¿Seguro? Como suspendas otra vez ya sabes que se terminó el baloncesto
¡Qué cara tiene! Ya no se qué hacer con él para que estudie más
AITOR: Aún no he hecho el examen, ya veremos lo que pasa, ¿no? Siempre estás con lo mismo
¡Qué pesada es! Sabe que no puedo dejar de entrenar porque estamos en la fase más importante de la liga. Si no voy a entrenar, no me sacarán en los partidos.
YO: Yo sólo te aviso. Más te vale que te acuestes ya y así madrugas mañana. Luego vas siempre a todo correr a clase y dejas todo patas arriba
Nada, ni caso. Por un oído le entra y le sale por el otro. Me tengo que poner dura...
AITOR: ¡Pero si son las diez! Me tratas como a un niño y tengo 16 años.
¡Ya me está mandando a la cama como a los niños! Le encanta controlarlo todo. Me está reprochando que hoy he dejado la cama de mi cuarto sin hacer. No me ha dado tiempo porque tenía que preparar la mochila
YO: ¡A la cama y no se hable más!
Ya es mayor para lo que quiere, pero no para estudiar como debería
Al día siguiente, María intentó ser consecuente con sus reflexiones y trató de hablar con Aitor, una vez más, con otro talante y de otra manera:
YO: Aitor, ¿Qué tal te ha salido el examen? ¿Crees que aprobarás?
Esta mañana ha tenido la recuperación de matemáticas. Espero que le haya salido bien, voy a preguntarle .
AITOR: No se mamá Ya te lo diré cuando me den la nota.
Uff.. ya estamos. Seguro que piensa que voy a suspender otra vez.
YO: No te preocupes Aitor, esta vez apruebas seguro. De todas formas, para la próxima evaluación, si quieres te echo una mano, ¿vale?
Seguro que algo sabe... Bueno, voy a intentar animarle. Tiene que saber que puede aprobar. Sólo tiene que esforzarse un poco más.
AITOR: Yo creo que tengo posibilidades, pero uno de los problemas lo tengo mal seguro. Era sobre velocidades y no lo entendía. Tengo uno parecido en el cuaderno. ¿Te lo enseño?
Por lo menos no ha venido a echarme la bronca como siempre
YO: A ver, enséñamelo. Lo importante es que sepas qué errores has cometido para no volver a equivocarte. Si lo aprendes bien, no caerás en el mismo error. Tienes que prestar atención.
Bueno, parece que hoy está más receptivo. Voy a ver si puedo ayudarle un poco.
AITOR: ¡Mamá, no empieces!
Ya estamos
Con un hijo adolescente, cualquier expresión que suene mínimamente a reproche, un tono exigente o cualquier detalle, puede hacer que se cierre en banda. Ante todo, paciencia. El juego del acercamiento entre padres e hijos es un arte que requiere mucha práctica.